jueves, 20 de abril de 2017

La mirada horizontal un artículo de nuestro libro SIN PODER






Ya puedes encontrarte en alguna esquina, o a la sombra de algún árbol con el libro SIN PODER. Construyendo colectivamente la autogestión de la vida cotidiana. coordinado por Javier Encina y Ainhoa Ezeiza. 

Vamos a ir dando algunas pinceladas de los artículos que componen este libro.

Información sobre el libro http://desempoderamiento.blogspot.com.es/2017/03/sin-poder-primer-libro-de-la-tetralogia.html








La mirada horizontal. Raúl Zibechi

¿Qué hacer ahora que ya no existen aquellos bastiones obreros, aquellos espacios de contrahegemonía clasista, las redes de resistencia e identidad colectiva, la cultura de los oprimidos?

¿Cómo seguir adelante cuando todo nuestro mundo se vino abajo y, para completar el caos, la izquierda ha dejado de ser un factor de cambio social? ¿Sobre qué bases cabe construir una vida mejor y continuar la lucha por la emancipación?

Ciertamente, no hay recetas. Y, quizá, esa misma debilidad sea una ventaja: ahora no tenemos más remedio que construir nos un futuro, partiendo de nuestras realidades y luchando contra nuestras debilidades (...)

Por primera vez, quizá a todo lo largo del siglo, la posibilidad de que vaya cobrando cuerpo una cultura política alternativa (que no es igual a la cultura de los oprimidos, aunque ambas están vinculadas), es una realidad. La desaparición del Estado del Bienestar es el factor principal que hoy nos está otorgando esa chance.

Además de una posibilidad, se revela como una necesidad imperiosa para retomar la lucha por la emancipación. Y que requiere remover a fondo los vicios legados por un siglo de batllismo y medio siglo de predominio de una izquierda instrumentalista; también requiere recuperar las tradiciones perdidas. El peso de la cultura política dominante -de la cual participa tanto la izquierda política institucional como la mayoría del movimiento sindical- se ha convertido en una traba para el desarrollo de movimientos alternativos que, para su consolidación, necesitarían un “medio ambiente” menos partidizado y un apoyo activo o, por lo menos, una “neutralidad” de las fuerzas políticas que les permita experimentar y consolidarse. El peso de la cultura política mayoritaria opera socavando los nuevos movimientos, buscando hegemonizarlos o partidizarlos para que sirvan a sus objetivos de acumulación político-electoral, o evitar que “hagan olas” y pongan así en peligro la estabilidad política. Se trata de una de las rémoras más fuertes que socava la autonomía del movimiento social.

 Otro de los errores que parece necesario combatir es la obsesión por el estado. Este aspecto tiene dos vertientes. Por un lado, el estado sigue siendo un referente esencial para el movimiento popular, que sigue pretendiendo -como en el período del estado benefactor- que resuelva los problemas acuciantes de la gente. La mayor parte de las energías de los movimientos aparecen destinadas a exigir que el estado cumpla un papel que ya ni quiere ni puede cumplir. La mayoría de las luchas tienen como destinatario al aparato estatal, en sus diferentes ramas o poderes (...)

 Se trata de un trabajo de largo aliento, requiere infinitas dosis de paciencia y, si se quiere, un horizonte utópico que nos empuje adelante en los momentos de desesperanza, como éste. Más que programas o tesis necesitamos fe y esperanza, que no son más que profunda e ilimitada confianza en los seres humanos. Como señala Leonardo Boff, “el socialismo nació de una profunda indignación frente a la miseria y de un acto de amor político y revolucionario hacia los oprimidos”.

De ahí que no puede haber militancia sin pasión ni mística, algo en lo que ya había reparado Mariátegui pese a haber vivido en una época anegada por el estalinismo. De alguna manera, la crisis del socialismo y de los partidos, son manifestaciones de la crisis de la racionalidad, de quienes creyeron -alentados por la idea del progreso ilimitado y de la capacidad de la razón de controlar la vida- que una sociedad es planificable y moldeable según la voluntad de una vanguardia, líder o partido. El futuro de la humanidad y del socialismo estará en los movimientos sociales, o sea, en la gente organizada, convertida en el contrapoder que resiste a los poderes dominantes.

Pero los movimientos, como la propia palabra lo sugiere, son inciertos, no tienen una “senda trazada” porque nada en la vida puede trazarse de antemano. Navegar en la incertidumbre, cuestión que horroriza al burócrata, es una forma de estar vivos. La pasión y la mística (en el sentido original de la capacidad de percibir lo escondido, lo no revelado) serán las fuerzas motrices de una travesía sin fin; el corazón, todos los corazones, los timonees. Finalmente, el socialismo no es más, ni menos, que un sentimiento. El más grande que ha creado la humanidad.

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