Ya puedes encontrarte en alguna esquina, o a la sombra de algún árbol con el libro SIN PODER. Construyendo colectivamente la autogestión de la vida cotidiana. coordinado por Javier Encina y Ainhoa Ezeiza.
Vamos a ir dando algunas pinceladas de los artículos que componen este libro.
Información sobre el libro http://desempoderamiento.blogspot.com.es/2017/03/sin-poder-primer-libro-de-la-tetralogia.html
La mirada horizontal. Raúl Zibechi
¿Qué hacer ahora que ya no existen aquellos bastiones obreros,
aquellos espacios de contrahegemonía clasista, las redes de
resistencia e identidad colectiva, la cultura de los oprimidos?
¿Cómo seguir adelante cuando todo nuestro mundo se vino abajo y,
para completar el caos, la izquierda ha dejado de ser un factor de
cambio social? ¿Sobre qué bases cabe construir una vida mejor y
continuar la lucha por la emancipación?
Ciertamente, no hay recetas. Y, quizá, esa misma debilidad sea una
ventaja: ahora no tenemos más remedio que construir nos un futuro,
partiendo de nuestras realidades y luchando contra nuestras
debilidades (...)
Por primera vez, quizá a todo lo largo del siglo, la posibilidad de
que vaya cobrando cuerpo una cultura política alternativa (que no es
igual a la cultura de los oprimidos, aunque ambas están vinculadas),
es una realidad. La desaparición del Estado del Bienestar es el
factor principal que hoy nos está otorgando esa chance.
Además de una posibilidad, se revela como una necesidad imperiosa
para retomar la lucha por la emancipación. Y que requiere remover a
fondo los vicios legados por un siglo de batllismo y medio siglo de
predominio de una izquierda instrumentalista; también requiere
recuperar las tradiciones perdidas. El peso de la cultura política
dominante -de la cual participa tanto la izquierda política
institucional como la mayoría del movimiento sindical- se ha
convertido en una traba para el desarrollo de movimientos
alternativos que, para su consolidación, necesitarían un “medio
ambiente” menos partidizado y un apoyo activo o, por lo menos, una
“neutralidad” de las fuerzas políticas que les permita
experimentar y consolidarse. El peso de la cultura política
mayoritaria opera socavando los nuevos movimientos, buscando
hegemonizarlos o partidizarlos para que sirvan a sus objetivos de
acumulación político-electoral, o evitar que “hagan olas” y
pongan así en peligro la estabilidad política. Se trata de una de
las rémoras más fuertes que socava la autonomía del movimiento
social.
Otro de los errores que parece necesario combatir es la obsesión por
el estado. Este aspecto tiene dos vertientes. Por un lado, el estado
sigue siendo un referente esencial para el movimiento popular, que
sigue pretendiendo -como en el período del estado benefactor- que
resuelva los problemas acuciantes de la gente. La mayor parte de las
energías de los movimientos aparecen destinadas a exigir que el
estado cumpla un papel que ya ni quiere ni puede cumplir. La mayoría
de las luchas tienen como destinatario al aparato estatal, en sus
diferentes ramas o poderes (...)
Se trata de un trabajo de largo aliento, requiere infinitas dosis de
paciencia y, si se quiere, un horizonte utópico que nos empuje
adelante en los momentos de desesperanza, como éste. Más que
programas o tesis necesitamos fe y esperanza, que no son más que
profunda e ilimitada confianza en los seres humanos. Como señala
Leonardo Boff, “el socialismo nació de una profunda indignación
frente a la miseria y de un acto de amor político y revolucionario
hacia los oprimidos”.
De ahí que no puede haber militancia sin pasión ni mística, algo
en lo que ya había reparado Mariátegui pese a haber vivido en una
época anegada por el estalinismo. De alguna manera, la crisis del
socialismo y de los partidos, son manifestaciones de la crisis de la
racionalidad, de quienes creyeron -alentados por la idea del progreso
ilimitado y de la capacidad de la razón de controlar la vida- que
una sociedad es planificable y moldeable según la voluntad de una
vanguardia, líder o partido. El futuro de la humanidad y del
socialismo estará en los movimientos sociales, o sea, en la gente
organizada, convertida en el contrapoder que resiste a los poderes
dominantes.
Pero los movimientos, como la propia palabra lo sugiere, son
inciertos, no tienen una “senda trazada” porque nada en la vida
puede trazarse de antemano. Navegar en la incertidumbre, cuestión
que horroriza al burócrata, es una forma de estar vivos. La pasión
y la mística (en el sentido original de la capacidad de percibir lo
escondido, lo no revelado) serán las fuerzas motrices de una
travesía sin fin; el corazón, todos los corazones, los timonees.
Finalmente, el socialismo no es más, ni menos, que un sentimiento.
El más grande que ha creado la humanidad.
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