jueves, 20 de abril de 2017

Cuentan su historia en el lugar donde pueden vivir. Una andanza barroca un artículo de nuestro libro SIN PODER






Ya puedes encontrarte en alguna esquina, o a la sombra de algún árbol con el libro SIN PODER. Construyendo colectivamente la autogestión de la vida cotidiana. coordinado por Javier Encina y Ainhoa Ezeiza. 

Vamos a ir dando algunas pinceladas de los artículos que componen este libro.

Información sobre el libro http://desempoderamiento.blogspot.com.es/2017/03/sin-poder-primer-libro-de-la-tetralogia.html








Cuentan su historia en el lugar donde pueden vivir. 
Una andanza barroca.

Emiliano Urteaga Urías, Juan Arturo Padilla Carrasco, Emilia Negrete Philippe, Adrián Alejandro Morales Alvarado, Felícitas Ovalle Hernández y Julieta Santos García

Lector o lectora desconocida que lee estas palabras, te proponemos un carnaval barroco, un barroco popular por supuesto, no como aquel de Carpentier, con copas, tenedores, candelabros y bacinicas de plata, sino de ese que la Inquisición consideraba de costumbres disolutas, deshonestas e indignas, un fandango jarocho, por ejemplo, de estas tierras mexicanas. El barroco popular es una magnífica vía teatral para comunicarnos en estos tiempos que tanto se parecen a aquellos, cuando indios y mulatos, y todas las “castas” de “sangre manchada e impura” de la mezcla, como decía Bolívar Echeverría, “jugando a ser europeos, no copiando las cosas o los usos europeos, sino mimetizándose, simulando ser ellos mismos europeos… transfiguraron la miseria histórica de su mundo para sobrevivir en él”. Un tiempo, hay que decirlo, de guerra contra la vida. Será una pequeña ventana a ese carnaval barroco, porque la vida que emerge y se desata tiene poca cualidad para la traza en blanco y negro. Una historia hecha de huellas e indicios, de surcos y delirios, que son los saltos que se dan fuera de los surcos.

Nos convocan a este texto l@s ilusionistas sociales, esa banda que por su nombre parecen algún tipo de circo o carpa nómada y saltimbanqui, y eso nos entusiasma porque podemos imaginar y saber que hay quien tomará estas líneas y les dará algún sentido en alguna otra parte. Nos encontramos con Ainhoa Ezeiza y Javier Encina acá en México en febrero y marzo del 2016, compartimos con ellos maneras de hacer, sentir y pensar, dialogamos en jornada de ilusionismo en varios talleres y también con una cerveza bien helada. En nuestro colectivo habíamos venido trabajando dentro de la universidad en lo que llamamos abrir el aula, y esa apertura finalmente nos llevó (nos llevamos) a salir de la universidad. No es que no saliéramos antes, es que era necesario traspasar la compartimentalización que no está tanto en los muros físicos, muros que mantiene aislada la “actividad de aprendizaje y enseñanza” como una especie de burbuja transparente que se mantiene cerrada se ponga donde se ponga. El encuentro con Ainhoa y Javi coincidió con ese proceso de manera afortunada, y este texto es tanto una manera de recontarnos la andanza (andando), y de continuidad de la conversación y debate (...).


¿Qué tipo de desvalorización hemos sufrido para negar esos saberes y en cambio creer que hay seguridad en los estudios?. Y cómo es vital volver a valorarlos, tan sólo porque ya somos ricos de saberes y recursos, siendo "pobres marginados" según el Estado. Algunos procesos que se gestaron con esa desvalorización fueron la discriminación, la exclusión de los pueblos y la idea de atraso o incivilización, los migrantes de las comunidades a la ciudad, de la generación de nuestros padres lo vivieron, negarnos la lengua materna, su cosmovisión del mundo, la concepción de la muerte, de la vida, se construyó un significado de sus saberes como algo malo o negativo que nos generaría (a los hijos) las mismas dificultades que les generó a ellos en la ciudad (en el insertarse a lo moderno) y que generó como esa transformación de la valorización de sus saberes y también en su proceso identitario.

En nuestro trabajo colectivo en la universidad no nos dimos cuenta por mucho tiempo que los proyectos contribuyen a este vaciamiento, que es desprecio y colonización. Los proyectos académicos, proyectos de investigación, y proyectos de aula. Fue nuestra compañera Felicitas (2013), en su diario de aprendizaje, quien introdujo la palabra andanza para referirse a algo muy distinto de proyecto:

En cuanto al curso me encantó, fue un curso sin parámetros, me sentí libre, me sentí emocionada y también apasionada por la andanza en la que me dispuse a inmiscuirme. El curso me agradó porque no fue cuadrado, tanto que hasta llegué a presentar sentimientos con los que me identifiqué.

Andanza, según algunos diccionarios: “Acción de recorrer diversos lugares considerada como azarosa; Suerte, buena o mala; Modo de andar; Vicisitudes, viaje, aventura, peripecias, trances, vagabundeo”. En el universo (o el mostrador) de los discursos pedagógicos donde reina la idea de la trayectoria, metáfora física-balística, y el lema de la transparencia, que exige que los actos educativos sean operacionales para que las trayectorias puedan someterse al tracking (rastreo), andanza nos recuerda que los caminos no están hechos, se abren a la diversidad, dependen de quienes los andan, su estilo, modo de andar, lo que les ocurre al hacerlo y están expuestos a una gran dosis de azar. La andanza no puede prestarse a la transparencia, es opaca; tal vez lo más difícil de aceptar.


Lo más obvio a veces es lo más complejo. Como descubrir que hay una voz detrás de cada par de ojos que nos miran. En el camino largo que nos ha llevado cuestionar(nos) “¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?”, centramos la voz en el aprendizaje, forzándola a girar a su alrededor, como si la voz pudiera ser diseñada, moldeada y evaluada. Y es que hay muchas maneras de pedir a las personas que se comporten de acuerdo a un recorte epistémico-político; así como don Quijote le pidió a Sancho de su forma de contar una historia: “Si desa maniera cuentas tu cuento, Sancho -dijo don Quijote-, repitiendo dos veces lo que va diciendo, no acabarás en dos días; dilo seguidamente, y cuéntalo como hombre de entendimiento, y si no, no digas nada. -De la misma manera que yo lo cuento- respondió Sancho- se cuentan en mi tierra todas las consejas, y yo no sé contarlo de otra, ni es bien que vuestra merced me pida que haga usos nuevos.”






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