miércoles, 17 de junio de 2015

De la seguridad de lo posible a los imaginarios (los imposibles)

Para vivir la complejidad y con ella los imaginarios hay que aprender a afrontar la incertidumbre, que podemos acercarnos a comprender —en palabras de Edgard Morin (2001:101-102)— a partir de cuatro principios:

  • "Un principio de incertidumbre cerebro-mental que se deriva del proceso de traducción/reconstrucción propio de todo conocimiento. 
  • Un principio de incertidumbre lógica. Como decía Pascal muy claramente: Ni la contradicción es señal de falsedad ni la no contradicción es señal de verdad.
  • Un principio de incertidumbre racional, pues la racionalidad, si no mantiene un estado de alerta autocrítica, cae en la racionalización. 
  • Un principio de incertidumbre psicológica. No hay posibilidad de ser totalmente consciente de lo que ocurre en la maquinaria de nuestra mente, que siempre mantiene algo fundamentalmente inconsciente. Existe, pues, la dificultad de realizar un autoexamen crítico de modo que nuestra sinceridad no garantiza la certidumbre; existen límites para cualquier autoconocimiento. (...) Del mismo modo, importa no ser realista en un sentido trivial (adaptarse a lo inmediato), ni irrealista en el mismo sentido (sustraerse de las coacciones de la realidad); lo que conviene es ser realista en el sentido complejo del término: comprender la incertidumbre de lo real, saber que existe una porción de lo posible aún invisible en lo real. 

Esto nos muestra que hay que saber interpretar la realidad antes de reconocer donde está el realismo. Una vez más, llegamos a incertidumbres sobre la realidad que impregnan de incertidumbre la concepción de los realismos y revelan a veces que aparentes irrealismos eran realistas".

En estas espirales nos movemos cuando trabajamos los imaginarios —los imposibles—.



Los imaginarios: la autoestima, la trascendencia de lo cotidiano (saberes, haceres, el repensar la memoria y el enredar cultivos sociales) y la puesta en valor de otr@ (reconocimiento de los liderazgos situacionales), son los que facilitan la complejización de las formas de hacer (ayudándonos a darle profundidad y trascendencia a las preguntas que nos realizamos con los principios de ilusionismo), lo que nos posibilita romper los límites de la realidad establecida. En palabras de J. Ibáñez (1997:395) "cuando algo es necesario e imposible (con las reglas actuales de juego), hay que cambiar las reglas de juego así lo imposible puede llegar hacer posible. Sin utopía, lo real se cierra en los positivo". Por ello, la forma de trabajar con y desde los imaginarios es mediante las actitudes (disposición de ánimo manifestada desde las necesidades para satisfacerlas).

Cuando los sentidos de la creatividad, la oportunidad y la sensibilidad coinciden, se puede hacer un gesto de ilusionismo social. Vale reconocer que en si mismo el acto de ilusionismo social puede ser un hecho sin importancia, pero por estas condiciones puede romper la barrera entre lo posible y lo imposible. Colocándonos en una posición insospechada que posibilita la alegría de sorprendernos haciendo aquello que siempre quisimos... los imaginarios.

Estos procesos de ilusionismo social, al estar basados en el trabajo en los espacios y tiempos cotidianos, nos obligan a utilizar técnicas y herramientas que sean adaptativas, o sea, que no conformen (dimensión estructural), ni atrapen (dimensión distributiva) a la gente; sino que potencien la creatividad y la riqueza generadas en las formas de relación (dimensión dialéctica). Para movernos en esta dimensión debemos aguzar los sentidos con los que saber cómo no separar el pensar, el sentir y el hacer, y así poder adecuar y acompasar nuestros bagajes aprendiendo de otr@s; para hacer trascender, dinamizar y generar mediaciones sociales deseadas, y así poder pasar de la seguridad de lo posible a la esperanza de lo imposible.


La esperanza de lo imposible from ILUSIONISMO SOCIAL on Vimeo.

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