domingo, 14 de junio de 2015

Los principios de ilusionismo: DE LA FALTA DE ÉTICA A LA ÉTICA DE LA COMPRENSIÓN

Los principios de ilusionismo: son los que nos preguntan sobre cómo tenemos que trabajar las formas de hacer para saber si nos movemos dentro de un proceso de ilusionismo social (lo llamamos principio porque solamente sabemos cómo empezar a enfrentarnos con un proceso, pero no sabemos ni cómo iniciarlo ni cómo se desarrollará...). 

Como plantea el COLECTIVO SITUACIONES: “[...] un conglomerado heterogéneo de reuniones sin más hilo de coherencia que los que de pronto brotan del caos y sin conocer exactamente que desarrollo podremos darle [...]. Así que sabemos sólo como comenzar. Y esto muy relativamente. De hecho, todos los procedimientos (dispositivos) que preparamos suelen mostrarse auténticamente improcedentes ante la textura de la situación concreta”.



Sin ética el proceso se convierte en una justificación de las estructuras de poder y control. En el ilusionismo social no es suficiente con tener presente estos principios, sino que no hay que perder de vista el trasfondo praxeológico: que la gente sea protagonista de su propia vida; sin esta reflexión en el proceso las formas de hacer dejan de ser dialéctica.

“La ética de la comprensión es un arte de vivir que pide, en primer lugar, que comprendamos de forma desinteresada. Exige un gran esfuerzo, ya que no cabe esperar ninguna reciprocidad: aquel que está amenazado de muerte por un fanático comprende por qué el fanático quiere matarlo, a sabiendas de que éste no le comprenderá jamás. Comprender al fanático incapaz de comprendernos es comprender las raíces, las formas y manifestaciones del fanatismo humano. Es comprender por qué y cómo se odia o se desprecia. La ética de la comprensión nos pide comprender la incomprensión.

La ética de la comprensión pide argumentar y refutar en vez de excomulgar y anatematizar. Encerrar en la noción de traidor lo que es fruto de una inteligibilidad más amplia impide que reconozcamos el error, la deriva, las ideologías o los desvíos.

La comprensión no excusa ni acusa: nos pide que evitemos condenar perentoriamente y de manera irremediable, como si uno mismo no hubiera experimentado nunca la debilidad ni cometido errores. Si sabemos comprender antes de condenar, estaremos en la vía de la humanización de las relaciones humanas.

La comprensión se ve favorecida por: El “bien pensar”: Éste es el modo de pensar que permite aprehender de forma conjunta el texto y el contexto, el ser y su entorno, lo local y lo global, lo multidimensional, en resumen, lo complejo; es decir, las condiciones del comportamiento humano. Nos permite asimismo comprender las condiciones objetivas y subjetivas (self-deception, enajenación por la fe, delirios e histerias).


La introspección: Es necesario practicar el autoexamen personal de forma permanente, ya que comprender nuestras propias debilidades o faltas es el camino que no llevará a comprender a los demás. Si descubrimos que somos seres débiles, frágiles, insuficientes y con carencias, entonces seremos capaces de descubrir que todos necesitamos de una compresión mutua.

La introspección crítica nos permite descentrarnos relativamente en relación a nosotros mismos y, por consiguiente, reconocer y juzgar nuestro egocentrismo. Nos permite dejar de asumir la posición de juez en todas las cosas1.

La interiorización de la tolerancia: La verdadera tolerancia no es indiferencia a las ideas o escepticismo generalizados; supone en realidad una convicción, una fe, una elección ética y, al mismo tiempo, la aceptación de la expresión de las ideas, convicciones y elecciones contrarias a las nuestras. La tolerancia supone sufrimiento al tener que soportar la expresión de ideas negativas o, a nuestro juicio, nefastas, y una voluntad de asumir este sufrimiento.

Existen cuatro grados de tolerancia. El primero, expresado por VOLTAIRE, nos obliga a respetar el derecho de manifestar opiniones que consideramos innobles; no se trata de respetar lo innoble, se trata de evitar que impongamos nuestra propia concepción de lo innoble para prohibir una opinión. El segundo grado es inseparable de la opción democrática: lo característico de la democracia es alimentarse de opiniones diversas y antagónicas; así, el principio democrático ordena que cada uno respete la expresión de ideas antagónicas a las suyas. El tercer grado obedece al concepto de Niels BOHR, para quien lo contrario de una idea profunda es otra idea antagónica a la nuestra contiene una verdad, y es esta verdad lo que hay que respetar. El cuarto grado proviene de la conciencia de la enajenación humana provocada por los mitos, ideologías, ideas o dioses, así como de la conciencia de las perturbaciones que llevan a los individuos mucho más lejos y a un lugar diferente de aquél adonde quieren ir. La tolerancia vale, claro está, para las ideas, no para los insultos, agresiones o actos homicidas (…). Una ética propiamente humana, es decir una antropo-ética, debe considerarse como una ética del bucle de los tres términos individuo-sociedad-especie, de donde surgen nuestra conciencia y nuestro espír itu propiamente humanos. Ésa es la base para enseñar la ética del futuro”. E. MORIN (2001:120-124, 130).

La ética de l@s dinamizador@s (investigador/a, polític@, interventor/a social...) comienza desde antes del inicio, en la primera negociación, no se puede negociar nada que no esté basado en el pilar de que se tienen que aceptar las decisiones populares, y en el que si no se aceptan en un momento determinado, desengañando a la gente con la que se venía trabajando, hay que asumir que la única decisión ética es marcharse.

Lejos de transformar según criterios técnicos a las personas o los grupos con los que se trabaja, y lejos de intentar perpetuar situaciones de desigualdad estructural para mantener el puesto de trabajo, l@s dinamizador@s deben ser también parte del proceso aunque al provocar la autogestión comunitaria deben tender a desaparecer con el tiempo. Esta es la contradicción del dinamizador/a, y por ello, también, es tan importante la ética.

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