miércoles, 17 de febrero de 2016

Una sesión sobre herramientas convivenciales en Ciudad de México

El próximo sábado 20 de febrero, en el comedor comunitario Ixcalli y de la mano de la Universidad Autónoma de Ciudad de México (LaTICFM-Aula Abierta Comunitaria) trabajaremos el primer taller del Seminario Ilusionismo Social en Casa Libertad: Participando en la Universidad con y desde la Gente.
Cartel con las actividades del seminario

Este taller lleva por título Herramientas convivenciales, tal vez como homenaje a Ivan ILLICH. Lo que hemos pensado para empezar (para romper el hielo, para poder reflexionar individualmente y construir colectivamente conocimientos, sentimientos, haceres que nos ayuden a intercambiar horizontalmente) es leer estos fragmentos del cuadernillo CONVIVENCIALIDAD, TECNOLOGÍA Y DESEMPODERAMIENTO (Javier Encina y Ainhoa Ezeiza, coord, 2015, aquí el cuadernillo completo).

Portada del cuadernillo 9

Tras la lectura, habrá un debate en grupo y después del descanso veremos el vídeo "La comunidad de Las Moscas". A partir de ahí, no sabemos qué va a ocurrir: incertidumbre, caos, incompletitud, imperfección... que se irá definiendo con las personas participantes.


TEXTOS:

La convivencialidad (textos seleccionados). Ivan ILLICH (texto original de 1978)

1.1 La herramienta y la crisis
Ya son manifiestos los síntomas de una crisis planetaria progresivamente acelerada. Por todos lados se ha buscado el porqué. Anticipo, por mi parte, la siguiente explicación: la crisis se arraiga en el fracaso de la empresa moderna, a saber, la sustitución del hombre por la máquina. El gran proyecto se ha metamorfoseado en un implacable proceso de servidumbre para el productor, y de intoxicación para el consumidor.

El señorío del hombre sobre la herramienta fue reemplazado por el señorío de la herramienta sobre el hombre. Es aquí donde es preciso saber reconocer el fracaso. Hace ya un centenar de años que tratamos de hacer trabajar a la máquina para el hombre y de educar al hombre para servir a la máquina. Ahora se descubre que la máquina no ‘marcha’, y que el hombre no podría conformarse a sus exigencias, convirtiéndose de por vida en su servidor. Durante un siglo, la humanidad se entregó a una experiencia fundada en la siguiente hipótesis: la herramienta puede sustituir al esclavo. Ahora bien, se ha puesto de manifiesto que, aplicada a estos propósitos, es la herramienta la que hace al hombre su esclavo.

La sociedad en que la planificación central sostiene que el productor manda, como la sociedad en que las estadísticas pretenden que el consumidor es rey, son dos variantes políticas de la misma dominación por los instrumentos industriales en constante expansión. El fracaso de esta gran aventura conduce a la conclusión de que la hipótesis era falsa.

La solución de la crisis exige una conversión radical: solamente echando abajo la sólida estructura que regula la relación del hombre con la herramienta, podremos darnos unas herramientas justas. La herramienta justa responde a tres exigencias: es generadora de eficiencia sin degradar la autonomía personal; no suscita ni esclavos ni amos; expande el radio de acción personal. El hombre necesita de una herramienta con la cual trabajar, y no de instrumentos que trabajen en su lugar. Necesita de una tecnología que saque el mejor partido de la energía y de la imaginación personales, no de una tecnología que le avasalle y le programe.

Yo creo que se deben invertir radicalmente las instituciones industriales y reconstruir la sociedad completamente. Para poder ser eficiente y poder cubrir las necesidades humanas que determina, un nuevo sistema de producción debe también reencontrar nuevamente la dimensión personal y comunitaria. La persona, la célula de base, conjugando en forma óptima la eficacia y la autonomía, es la única escala que debe determinar la necesidad humana dentro de la cual la producción social es realizable.

El hombre quieto o en movimiento necesita de herramientas. Necesita de ellas tanto para comunicarse con el otro como para atenderse a sí mismo. El hombre que camina y se cura con sencillez no es el hombre que hace cien kilómetros por hora sobre la autopista y toma antibióticos. Pero ninguno de ellos puede valerse totalmente por sí mismo y depende de lo que le suministra su ambiente natural y cultural. La herramienta es, pues, el proveedor de los objetos y servicios que varían de una civilización a otra.

Pero el hombre no se alimenta únicamente de bienes y servicios, necesita también de la libertad para moldear los objetos que le rodean, para darles forma a su gusto, para utilizarlos con y para los demás.

En los países ricos, los presos frecuentemente disponen de más bienes y servicios que su propia familia, pero no tienen voz ni voto sobre la forma en que se hacen las cosas, ni tienen derechos sobre lo que se hace con ellas. Degradados esencialmente al rango de meros consumidores-usuarios, se ven privados de la convivencialidad. Bajo convivencialidad entiendo lo inverso de la productividad industrial. Cada uno de nosotros se define por la relación con los otros y con el ambiente, así como por la sólida estructura de las herramientas que utiliza. Éstas pueden ordenarse en una serie continua cuyos extremos son la herramienta como instrumento dominante y la herramienta convivencial. El paso de la productividad a la convivencialidad es el paso de la repetición de la falta a la espontaneidad del don. La relación industrial es reflejo condicionado, una respuesta estereotipada del individuo a los mensajes emitidos por otro usuario a quien jamás conocerá a no ser por un medio artificial que jamás comprenderá. La relación convivencial, en cambio siempre nueva, es acción de personas que participan en la creación de la vida social. Trasladarse de la productividad a la convivencialidad es sustituir un valor técnico por un valor ético, un valor material por un valor realizado. La convivencialidad es la libertad individual, realizada dentro del proceso de producción, en el seno de una sociedad equipada con herramientas eficaces. Cuando una sociedad, no importa cuál, rechaza la convivencialidad antes de alcanzar un cierto nivel, se convierte en presa de la falta, ya que ninguna hipertrofia de la productividad logrará jamás satisfacer las necesidades creadas y multiplicadas por la envidia.

(...)



Sentidos, imaginarios, técnicas y herramientas en el ilusionismo social. Javier ENCINA y Mª Ángeles ÁVILA (texto original de 2009)

Si las dimensiones, perspectivas o epistemologías nos responden al PARA QUÉ, las técnicas nos responden al QUÉ y las herramientas al CÓMO.

Debemos tener la capacidad de modificar las técnicas y las herramientas según las situaciones que nos vayamos encontrando en los proyectos, y no solo en los proyectos escritos, sino con la gente con que tenemos que trabajar esos proyectos. Lo contrario sería pasar por encima de la gente al utilizar técnicas y herramientas cerradas, y acabadas, no teniendo en cuenta el grupo humano con el que se trabaja. Es necesario, que la gente no quede atrapada y conformada con las técnicas y herramientas que utilicemos, para ello hay que inventar, recrear, construir nuevas técnicas y herramientas que se adapten a la gente, permitiendo conocer transformando a la vez.

Las técnicas, no son otra cosa que la manera de ir construyendo las formas de hacer para llevar a cabo el proceso de ilusionismo social, facilitándonos el cómo vamos construyendo los caminos que estén en sintonía con las preguntas de los principios de ilusionismo. La opinión generalizada de las personas que se dedican a la investigación social, es que las herramientas (lo que entienden l@s profesionales por técnicas) son aprovechables e intercambiables para todas las dimensiones, mientras más herramientas sepas mejor vas a saber responder a los problemas de la investigación. Pero esto está muy alejado de lo real, en el mejor de los casos utilizar herramientas no adecuadas es una pérdida de tiempo, pero lo más corriente es que sea una reducción que provoca unir lo que es diverso, de una manera arbitraria que anula esa diversidad. Es una forma de eliminar lo individual y singular, identificando leyes generales e identidades simples y cerradas; para construir la lógica del orden sobre el basurero del caos. Las técnicas no pueden ser intercambiables igual que no lo son los papeles de los investigados, ni los para qué, ni el proyecto social.

En nuestra forma de hacer que supone el ilusionismo social, hemos trabajado siete técnicas hasta el momento. Las técnicas responden a la pregunta ¿qué vamos hacer?, nosotr@s hemos ido encontrando estas respuestas posibles: encontrarnos, una provocación, dinamizar y generar mediaciones deseadas, una devolución-evaluación y transferencia de pensamientos, sentimientos y haceres, una puesta en valor de trabajo colectivo, una flexibilización de estructuras y despedirnos.

(...)



Las relaciones con la tecnología como analogía del papel de la escuela dominante. Ainhoa EZEIZA, Javier ENCINA (texto original de 2015)

La tecnología falsea y confunde la accesibilidad y la conexión entre conocimientos con la construcción colectiva. La idea de poder compartir de igual a igual el conocimiento, que genera una menor dependencia hacia la cultura institucional, abre a nuevas formas de interrelación; sin embargo, difícilmente se construye colectivamente porque las formas de los soportes digitales no son propicias para el trabajo colectivo. Se pueden crear fácilmente bancos de conocimiento, blogosferas, foros... pero son predominantemente demostraciones de lo creado de forma individual para que cada persona tome lo que considere.

Las TIC tienden a territorializar el conocimiento y las relaciones humanas, a compartimentalizar, de forma que plantea una herramienta o un sitio web para cada cosa (blogs de educación, redes profesionales, webs para encontrar pareja, herramientas para encontrar trabajo...). Promueven una visión fragmentada y organizada según los objetivos de la interacción, generando así relaciones predefinidas e instrumentales.

Desde las nuevas tecnologías de la comunicación se está intentando cambiar las formas de estar junt@s, transformando las percepciones sobre el espacio y el tiempo. [...] El tiempo se convierte en un eterno presente que debilita las experiencias del pasado e imposibilita las transformaciones futuras.
Beatriz LUQUE y Javier ENCINA (2007:29).


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